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El viernes 4 de octubre se celebra el Día Internacional de la Sonrisa para fomentar la alegría y la simpatía. Se trata pues, del día adecuado para mostrar de forma amable y risueña nuestra mejor cara a todos aquellos con quienes nos relacionamos diariamente. En el trabajo, en casa, con los amigos, en el supermercado, cualquier espacio es ideal para sonreír.
La sonrisa forma de la vida y de las relaciones humanas. ¿Habrá algo más reconfortante para unos padres que ver sonreír a su bebé? Y es que junto al lloro, la sonrisa es la primera forma de comunicación que tienen los recién nacidos.
Durante los primeros meses, la sonrisa del bebé es un acto efímero y reflejo, pero poco a poco va adquiriendo la capacidad propia de sonreír hasta que alrededor de los 6 meses ya es capaz de realizar sonrisas selectivas, y es en este periodo cuando empieza a distinguir los rostros familiares de aquellos que le resultan extraños.
Y es que la sonrisa es la muestra más explícita de emociones positivas como la alegría y la felicidad, y a medida que crecemos e interactuamos con la gente de nuestro entorno, la empleamos para mostrar amabilidad, asentimiento y complicidad, o también como herramienta de seducción.
Aunque a todos nos gusta una bonita sonrisa y nos vemos favorecidos cuando sonreímos, resulta que este sencillo hábito que tan bien nos hace, lo vamos perdiendo a medida que crecemos. Y es que mientras los niños sonríen una media de 400 veces al día, tan sólo un 33% de los adultos lo hace más de 20, lo que demuestra que esa primera forma de comunicación pasa a un segundo plano a lo largo de nuestra vida.
Para intentar cambiar estas cifras y que nuestros hijos crezcan con una sonrisa ante la vida es importante motivarles para que sean capaces de generar pensamientos positivos. También es necesario predicar con el ejemplo: si papá y mamá sonríen a menudo, las hijas e hijos también lo harán, lo que fomentará el pensamiento y la actitud positiva en la convivencia familiar.
Para sonreír no hacen falta grandes acontecimientos ni celebraciones, sino que basta con sonreír ante las pequeñas cosas: al dar los buenos días y las buenas noches, mientras les ayudáis a hacer los deberes o estáis poniendo o quitando la mesa, cuando juguéis o estéis ordenando el armario o eligiendo la ropa… Sonreír por todo nos hace más felices, fuertes, empáticos y aumenta la autoestima. La sonrisa es un auténtico regalo y además muy económico.
Esto no significa que tengamos que estar felices todo el rato, es más, las emociones negativas hay que reconocerlas y manifestarlas para poder aprender de ellas y crecer como personas, por ello también es bueno que nuestros hijos tengan días en los que estén tristes, enfadados o cansados.
Pero no olvidemos que para que estos momentos duren sólo lo que tengan que durar, sonreír nos puede ayudar, ya que la sonrisa ayuda a despejar la mente e informa a nuestro cerebro de que todo marcha bien. De hecho, ya en el siglo XIX el médico francés Guillaume Duchenne llegó a la conclusión de que una sonrisa genuina y sincera es capaz de activar todos los procesos intelectuales que se producen en la zona del córtex, genera endorfinas y proporciona a las personas un estado de mayor felicidad.
Así que no lo olvides: sonríe a los tuyos y sonríele a la vida.
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