Que los hijos vienen sin libro de instrucciones es algo que los padres ya saben, pero no vamos a negar que en ocasiones vendría muy bien seguir unas normas ideales como mejor solución: rabietas, discusiones entre hermanos, desobedecer por norma, chantaje emocional, rebeldía… ¿Qué hacer en estas situaciones?
Educar y hacerlo bien es el trabajo más difícil al que se enfrentan los papás y mamás a lo largo de su vida. Los niños pasan por muchas y distintas etapas con acciones y reacciones que a veces sorprenden y dejan a los progenitores sin capacidad de reacción: los gritos, las amenazas y los castigos han sido remedios muy utilizados, aunque a lo largo de los tiempos han habido distintas disciplinas menos partidarias de estos métodos, y plantean una alternativa con nuevos métodos educativos. Una de ellas es la llamada Disciplina Positiva, que tiene su origen en los años 20 y se basa en la filosofía de los psicólogos Alfred Adler y Rudolf Dreikurs. Pero es a partir de los años 80 cuando la psicóloga Jane Nielsen sistematiza esta metodología y funda la Positive Discipline Association, que ha permitido acercar esta filosofía a padres y profesores, que han podido experimentar y comprobar su eficacia.
Según afirma Jane Nelsen en su libro “Cómo educar con firmeza y cariño”, los cinco criterios que definen la Disciplina Positiva son:
- Es amable y firme al mismo tiempo (Respetuosa y motivadora)
- Ayuda a los niños a sentirse importantes (Conexión)
- Es eficaz a largo plazo (El castigo puede llegar a funcionar sólo a corto plazo)
- Enseña valiosas habilidades para la vida (Respeto, habilidad para resolver problemas, participación, colaboración, responsabilidad…)
- Ayuda a que los niños desarrollen sus capacidades y sean conscientes de ellas (Estimula su autonomía)
La Disciplina Positiva se basa en la idea de que el autoritarismo y el castigo no propician situaciones para que los más pequeños quieran cambiar determinado comportamiento. Defiende que la crianza en positivo permite ser firmes y amables y para ello los papis han de aprender a escuchar a los hijos antes de actuar, ya que cualquier mal comportamiento viene determinado por una emoción, y si los padres llegan a comprender cómo se sienten sus hijos y por qué, es más probable encontrar juntos una solución.
Ese método educativo está basado en el respeto mutuo, el cariño y la comprensión, sin caer en la permisividad ni la sobreprotección. Cuando hay conflictos no se buscan culpables, sino soluciones que acercan y conectan a los padres con los hijos. De esta forma los peques van desarrollando también sus habilidades y recursos, ven a sus padres como personas proactivas y no reactivas, que no les consienten las equivocaciones pero les aceptan y apoyan sin reproches. Como los niños colaboran en encontrar la solución, aprenden a ser resolutivos y responsables de sus actos, además de desarrollar su inteligencia emocional.
¿Te atrae la idea de la disciplina positiva?
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