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Es muy usual que los niños pequeños tengan en algún periodo de su vida lo que conocemos como un amigo imaginario, un amigo que realmente no existe pero que el niño percibe como si fuera real y por eso habla y juega con él.
La nueva psicología contempla esta circunstancia como un proceso mediante el cual el niño va desarrollando su propia fantasía y creatividad, llegando a crear un mundo imaginario con sus propias reglas y límites. El amigo imaginario no debe ser motivo de preocupación, ya que es deseado, creado y controlado por el niño y nunca es molesto ni involuntario. A veces los niños escogen a su muñeco preferido, o en ocasiones lo identifican con algún animal, un superhéroe, un mago o una hada, o algún personaje de su serie de dibujos favorita.
Aunque no hay una norma estricta, el amigo imaginario suele darse en mayor proporción en el hermano mayor o en los hijos únicos, ya que es su forma de rellenar ese vacío social en el que a veces se encuentran los niños que siempre están rodeados de adultos. Por eso, a medida que empiezan a relacionarse con niños de su edad de forma habitual, los amigos imaginarios van desapareciendo de forma progresiva en la mayoría de los casos. No obstante, también hay situaciones en que ese amigo invisible, además de proporcionarles compañía, les supone una vía de escape a los niños para liberarse de aquello que les agobia en su día a día, como las tensiones en el colegio o el estrés o sobrecarga que les pueda provocar el mundo de los adultos.
Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), se estima que alrededor de un 30% de los niños tienen un amigo imaginario durante la etapa del desarrollo del juego simbólico, que comienza hacia los 2 años y finaliza sobre los 7. No obstante, y sin que sea motivo de preocupación, también hay niños en la adolescencia temprana y media que tienen un amigo imaginario, a quien hablan o escriben en su diario.
Según un estudio de la Universidad La Trobe, en Melbournne, los estudiantes que habían tenido un amigo imaginario en su infancia tenían mejores habilidades comunicativas, presentaban mayor empatía y eran más creativos que el resto de sus compañeros.
Por todo ello, si observamos que nuestro hijo comparte sus juegos y secretos con un amigo imaginario, no hay motivo de alarma si vemos que el niño es feliz jugando y hablando con él. Y sólo si vemos que este amigo invisible le plantea problemas o por ejemplo le da miedo, discute con él o tiende a agredirle, deberíamos hablar con él para que nos explique por qué lo hace, y si la situación continúa, consultarlo con el pediatra para evitar cualquier inquietud o malestar que pueda estar afectando al niño.
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