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La arena de la playa es el escenario ideal para que los más pequeños disfruten jugando. Además, favorece su desarrollo cognitivo y sensitivo, ya que les permite experimentar con una material con el que elaborar diferentes texturas, así como modelar espacios simbólicos, como circuitos o castillos, que estimulan el juego creativo y en grupo.
Para los adultos, estar pendientes de los hijos en la playa y no perderles de vista en ningún momento es la norma de obligado cumplimiento, y para que esa “vigilancia” no sea demasiado aburrida, lo mejor es disfrutar de la jornada de playa uniéndonos a los juegos de los más peques y proponerles alternativas que despierten su curiosidad.
La publicación de Unicef “El desarrollo infantil y el aprendizaje temprano” recoge que todos los niños necesitan materiales simples para jugar, adaptados a la etapa de desarrollo en que se encuentren, y especifica que la arena y el agua, además de cajas de cartón o bloques de construcción, son juguetes tan buenos como los que se pueden comprar en una tienda.
Por todo ello, la playa es el escenario perfecto para poner en práctica aquellos juegos creativos que el resto del año nos resulta más difícil llevar a cabo:
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