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Relacionarse con los demás es algo que los niños van aprendiendo desde temprana edad, primero dentro del entorno familiar, y muy pronto con otros niños y niñas en la guardería o el cole. En este aprendizaje de vida, el trato con los primos puede llegar a ser muy especial, ya que con ellos se establece una primera relación de amistad basada en la lealtad y la complicidad, más allá del lazo existente entre hermanos.
Y, es que entre primos, aun existiendo un vínculo familiar tan cercano, el hecho de no vivir bajo un mismo techo permite que los niños vivan esta relación como una puerta abierta a nuevas experiencias y aprendizajes.
En un grupo de primos suelen combinarse niños y niñas de distintas edades, lo que facilita que unos aprendan de otros; ya sea a pronunciar las primeras palabras, a correr o subirse a un árbol, a entender las reglas de un juego de mesa, a esconderse, a compartir o incluso a vivir las primeras travesuras.
Pero también los más mayores aprenden de los más pequeños: han de ser pacientes cuando los peques no entienden algo, didácticos al explicarles las cosas o responsables cuando el grupo ha hecho algo mal y la reprimenda recae principalmente sobre los mayores.
También en los grupos de primos se producen las primeras disputas serias, por lo tanto es el entorno en el que además aprenden a pedir disculpas, aceptar errores y recuperar la confianza y la admiración que basa las relaciones entre ellos.
En definitiva, las quedadas familiares con primos, además de ser divertidas propician el aprendizaje de las normas básicas de convivencia de un modo natural. Y es que los primos que comparten vivencias, secretos y aventuras desde pequeños, pueden llegar a fraguar una amistad que dure para siempre.
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