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Recibir un buen masaje es una experiencia sensorial que aporta muchos beneficios. Pero no se trata de una disciplina reservada exclusivamente para los adultos, ya que los masajes para bebés, además de proporcionarles calma y bienestar, ayudan a aliviar algunos de los trastornos más habituales y a estrechar el vínculo emocional entre padres e hijos.
Después del baño, durante el cambio de pañal, antes de dormirlo o cada mañana cuando le vestimos. Cualquier momento es bueno para realizar un masaje que le ayude a relajarse, le estimule los sentidos y el riego sanguíneo y le transmita una agradable sensación de protección y cariño.
Si incorporamos los masajes como una actividad rutinaria, ya sea en el día a día o bien dos o tres veces por semana, este momento de piel con piel nos ayudará como padres a conectar con las emociones del bebé. Si logramos hacerlo de forma habitual, la práctica nos permitirá identificar fácilmente sus estados de ánimo o determinados síntomas físicos que le causen molestias.
No es necesario que empleemos mucho tiempo, pero cada masaje hay que realizarlo sin prisas y tomando conciencia de las emociones y sensaciones que van surgiendo. Tenemos que cuidar que la temperatura de la estancia sea la adecuada para que el bebé no pase frío, y respecto a la iluminación, mucho mejor si preparamos una luz tenue que incite a la relajación y que no le distraiga o pueda alterarle.
Para un masaje eficaz hay que empezar con simples caricias y con movimientos repetitivos con la yema de los dedos, evitando ejercer cualquier presión que pueda molestarle. Para que resulte más relajante, podemos ayudarnos de algún aceite vegetal que nos permita realizar movimientos más suaves y fluidos de forma cómoda. Para ello, utilizaremos preferiblemente aceites ecológicos de alta calidad como el de caléndula, indicado para hidratar y calmar la piel del bebé.
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